"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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22-10-2010 |
Mariátegui: antiimperialistas y anticapitalistas
Finalizada la Primera Guerra, se reconstruye Europa y EE.UU. está en auge. Hasta 1923 la depresión económica se acompaña de intensa lucha de clases en Europa y de definiciones revolucionarias -principalmente en Rusia- y contrarrevolucionarias (Italia y Alemania). De 1923 a 1929 se estabiliza el capitalismo hasta la profunda crisis del 29. La continuidad de ella desemboca en la Segunda Guerra (1939-1945). En América Latina la pugna entre el imperialismo norteamericano y el británico se decide a favor del primero hacia fines de los años 20, aunque Gran Bretaña aún ejerce gran influencia en Argentina, Uruguay y Brasil y retiene dominios en Guayana, Belice, islas del Caribe y Malvinas.
Un rico debate se procesa, sobre todo en la Internacional Comunista, sobresaliendo la polémica entre Lenin y el hindú Manabrenda Nath Roy. Lenin es partidario de apoyar a los movimientos democrático-burgueses de las colonias; Roy replica que en esos movimientos hay burgueses que rasguñan al imperialismo sin combatirlo, porque siempre terminan transando con él. En el libro “Lenin, La Revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI” amplío ese debate. Al final se acuerda sustituir el apoyo al movimiento democrático-burgués por el apoyo a los ‘nacionalismos revolucionarios', que son los que mantienen la lucha antiimperialista, consustanciados con las clases populares. Pero la orientación de dicha la Internacional se modifica a partir del liderazgo de Stalin.
El debate teórico-político latinoamericano de esos años 20 es entre los partidarios de la liberación nacional en los marcos del sistema capitalista y los que sostienen que ésta sólo se logrará en la medida que se combine con las tareas anticapitalistas. Ente los últimos destacan el venezolano Salvador de la Plaza, el chileno Luis Emilio Recabarren, el cubano Julio Antonio Mella y, en especial el peruano José Carlos Mariátegui.
La breve vida de José Carlos Mariátegui (1894-1930) mestizo, de condición humilde y afectado por padecimientos físicos, es de una riqueza teórica formidable. Introduce las ideas socialistas en Perú, influidas por la Revolución Rusa, en un país donde no había socialistas, a diferencia de los del Cono Sur. La fundación de la revista “Amauta” (1926) - sabio para los incas- pronto clausurada y sus famosos “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928) son modelos de marxismo creativo, aplicado a las condiciones concretas. Con “Punto de vista antiimperialista” rechazado por la Conferencia Comunista Sudamericana de Buenos Aires (1929) se anuncia una ruptura no verificada por la temprana desaparición física de Mariátegui..
Pensador original, se acerca al socialismo a partir de una concepción ética, y le impactan las reminiscencias místicas y religiosas peruanas, que analiza como resortes capaces de aglutinar multitudes para aplicar con objetivos revolucionarios. Es el primero en abordar la cuestión indígena como un problema social. Asocia la lucha de clases al concepto de razas, entendidas como etnias, tendencia fuerte actualmente en Bolivia, Ecuador o Perú. Juzga al socialismo inconcebible como calco o copia de otras experiencias. Piensa que los problemas peruanos son específicos y que no vale asimilarlos a los de China (como los apristas intentan), donde la burguesía -expresada en el Kuomintang- es nacionalista: “ de otro lado no existe en el Perú, como nunca existió, una burguesía progresista con sensibilidad nacional que se reclame liberal y democrática.” (“Siete ensayos“) . Cree que en el socialismo se debe fusionar la herencia cultural más avanzada europea, con las tradiciones milenarias de las comunidades aborígenes, que él considera basadas en el “comunismo agrario”. “El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria.” (Programa del P.S. de Perú). A la vez es consciente de que la técnica moderna no permitiría retornar al mal llamado “socialismo incaico”. Se define por el marxismo-leninismo. Y editorializa en “Amauta”: “En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista pequeño-burgués y demagógico) [...] La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La Revolución latino-americana, será nada más y nada menos, que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis; ‘antiimperialista', ‘agrarista', ‘nacional-revolucionaria'. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos. A Norte América capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente una América, latina o íbera, socialista. Estamos en la época de los monopolios, vale decir de los imperios. Los países latino americanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias.”
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